Un bosque nuevo en el viejo monte
Los retos propios del Tercer Paisaje
están por encima (o más allá)
de los retos territoriales.
GILLES CLÉMENT
Naturaleza y patrimonio parecen dos palabras que no se llevan entre sí. La naturaleza no sabe que la llamamos así; y patrimonio es el sintagma actual que aplicamos a todo aquello que empezamos a rendirle un culto laico. En medio de las dos, aparece un tercer actor: el paisaje, es decir, el país que vemos. Y lo que hoy vemos es un conflicto: la sociedad pretende patrimonializar la naturaleza que ella misma ha afectado, porque no quiere ver sus propios residuos. Pero he aquí una nueva posibilidad.
Esa posibilidad es una nueva geografía, un tercer paisaje, que aparece en la frontera entre el residuo y el territorio patrimonializado. De ahí parte Mauricio Badillo para componer y montar este cuerpo de piezas que conforman "Compositus, esculturas salvajes inmobiliarias". Su técnica se nutre de las viejas y nuevas tradiciones asociadas con el compostaje y la horticultura. Todo aquello que parece que sobra, se reconstituyen como piezas que conjuntan y confrontan lo que antes llamábamos lo orgánico y lo inorgánico.
Espacialmente, estas piezas que aprovechan el residuo y su relación con la naturaleza, abordan el conflicto de la actual patrimonialización de la naturaleza, con objetivos puramente inmobiliarios. La naturaleza ahora se vende, tratando de tapar la relación humana previa. En las piezas de Badillo, el contraste entre residuos humanos y naturales potencian un paisaje que, entre otras cosas, remiten a la memoria de cuando la gente solía vivir de su propio suelo, con autoconsumo, mezclando su potencia manual con los frutos de la tierra.
En suma, Badillo propone con estas piezas, parafraseando a Gilles Clément, un nuevo bosque surgido de un residuo. Que dialoga no solo con las problemáticas actuales del territorio, sino también con la tradición local del trabajo de la tierra, donde la palabra “monte” significa aquello que no está poblado o intervenido. Ese nuevo bosque suyo se inserta en ese viejo monte. Y confirma que naturaleza y patrimonio sí pueden dialogar, en tanto palabras y conceptos, a través de la memoria.
Dr. Marco Díaz Güemez
Un bosque nuevo en el viejo monte
Los retos propios del Tercer Paisaje
están por encima (o más allá)
de los retos territoriales.
GILLES CLÉMENT
Naturaleza y patrimonio parecen dos palabras que no se llevan entre sí. La naturaleza no sabe que la llamamos así; y patrimonio es el sintagma actual que aplicamos a todo aquello que empezamos a rendirle un culto laico. En medio de las dos, aparece un tercer actor: el paisaje, es decir, el país que vemos. Y lo que hoy vemos es un conflicto: la sociedad pretende patrimonializar la naturaleza que ella misma ha afectado, porque no quiere ver sus propios residuos. Pero he aquí una nueva posibilidad.
Esa posibilidad es una nueva geografía, un tercer paisaje, que aparece en la frontera entre el residuo y el territorio patrimonializado. De ahí parte Mauricio Badillo para componer y montar este cuerpo de piezas que conforman "Compositus, esculturas salvajes inmobiliarias". Su técnica se nutre de las viejas y nuevas tradiciones asociadas con el compostaje y la horticultura. Todo aquello que parece que sobra, se reconstituyen como piezas que conjuntan y confrontan lo que antes llamábamos lo orgánico y lo inorgánico.
Espacialmente, estas piezas que aprovechan el residuo y su relación con la naturaleza, abordan el conflicto de la actual patrimonialización de la naturaleza, con objetivos puramente inmobiliarios. La naturaleza ahora se vende, tratando de tapar la relación humana previa. En las piezas de Badillo, el contraste entre residuos humanos y naturales potencian un paisaje que, entre otras cosas, remiten a la memoria de cuando la gente solía vivir de su propio suelo, con autoconsumo, mezclando su potencia manual con los frutos de la tierra.
En suma, Badillo propone con estas piezas, parafraseando a Gilles Clément, un nuevo bosque surgido de un residuo. Que dialoga no solo con las problemáticas actuales del territorio, sino también con la tradición local del trabajo de la tierra, donde la palabra “monte” significa aquello que no está poblado o intervenido. Ese nuevo bosque suyo se inserta en ese viejo monte. Y confirma que naturaleza y patrimonio sí pueden dialogar, en tanto palabras y conceptos, a través de la memoria.
Dr. Marco Díaz Güemez